Asistimos a la presentación de The Red Strings Club para Nintendo Switch

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Asistimos a la presentación de The Red Strings Club para Nintendo Switch

A Nintendo le gusta apoyar a todo tipo de estudios, pero es aún más de agradecer, cuando se trata desarrolladoras más pequeñas como es el caso de Deconstructeam. Por ello, y para celebrar la inmediata salida de The Red Strings Club de la cual ya os hablamos. Una experiencia ciberpunk que nos hablará de la felicidad, el destino y otras muchas capas que componen la construcción humana. Alfarería, coctelería y llamadas de teléfono son los tres ingredientes principales de esta aventura donde queremos acabar con una gran corporativa.

Nintendo España nos invita a conocer al equipo detrás del juego en una coctelería de Madrid y para ello nos acompaña Jordi de Paco (director creativo); Marina González (directora de arte) y Paula Ruiz (compositora y diseñadora de sonido). Para empezar, dan unas pinceladas para resumir The Red Strings Club, uno que ya habéis leído por encima de estas líneas.

La creación de este proyecto, pues llevan otros 30 a la espalda, es el resultado de juntar lo mejor de varios prototipos. Una mezcla extraña a la par que exitosa que nos sumerge en el conflicto del ser humano. Cosa que sabe el juego y que actuará en consecuencia, y a la contra, de las decisiones que haga el jugador.

Para Jordi de Paco, la versión para Switch es superior a la de PC por las pequeñas pero diversas correcciones que han recibido. De hecho, nunca pensó que se podría llegar a jugar con mando a su juego, y está gratamente sorprendido por lo pulido y logrado que está el uso de estos. Cuando son preguntados por el origen del nombre del bar principal de la historia, y por el del propio juego, Jordi responde:

Está basada en la leyenda japonesa, esa que dice que hay personas que están conectadas por hilo que da igual cuanto se alejen que al final se conocerán. Y de eso habla este juego, del destino.

Marina González (a la izquierda de la foto) toma el relevo para hablarnos de lo que fue crear el arte y cómo, aunque el mundo sí es ciberpunk, buscaban que el bar fuera un reducto en el cual cobijarse de las grandes corporaciones:

El ciberpunk es una buena temática para hablar de los problemas actuales de la sociedad.

La parte de Paula Ruiz (a la derecha de la foto) fue la de dar banda sonora y efectos al proyecto. Una tarea encomiable donde buscó alejarse lo máximo posible de los sonidos futuristas siempre que fuese coherente.

Por norma general, lo último siempre suele ser la música, pero como soy parte del proyecto desde el principio, pude tener más tiempo para encontrar lo que buscábamos.

Entrando en la fase final, el trío nos cuenta el origen del equipo. Como, “gracias” a la decepción que le suponía a de Paco el ser parte de grupos de 15 personas y luego acabar en nada, decidiese hacer sus propios juegos. Historias narrativas faltas de un aspecto visual más potente, momento en el que se unió María y aportó su estilo pixel art. Crearon varios juegos sin sonido hasta que, en un foro, Paula se puso en contacto con ellos: “Esto es genial, quiero ponerle música”. Y así, como desde la nada se forjó un apasionado grupo que llegó a llamar la atención de Devolver.

Trabajar con ellos es una maravilla, no sólo comercialmente, sino como factor humano. No suele ser así, y ellos (Devolver) se preocupan realmente por nosotros. Nos preguntan qué tal estamos, nos dan un abrazo cuando nos ven… En otros lados solo les preocupan las fechas de entrega.  – Jordi

Como broche final, sirven unas bebidas al gusto a todos los presentes para que podemos degustar la presentación de una manera más temática. Cóctel en mesa y Switch en mano, podemos probar cuanto queramos The Red Strings Club. Solo una pequeña pega, y es que, tras haber transmitido tanto humanismo y reflexión durante la presentación, uno se queda con las ganas de completar el juego de inmediato, por suerte, ya está disponible en la eShop. El título empieza por el final, por lo que a uno sólo le queda disfrutar del viaje e ir desvelando los misterios que nos oculta la gran urbe, ¡salud, Nintenderos!


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