WiiWare: Lost Winds y Final Fantasy C.C. My Life as a King

WiiWare: Lost Winds y Final Fantasy C.C. My Life as a King
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  • Wii_NIN
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    (@wii_nin)

    El nuevo sistema de descargas WiiWare nos permite descargar novedades exclusivas a nuestra Wii, aportando una interesante oferta de juegos distintos y originales.

    El pasado 20 de mayo Nintendo dio un nuevo paso en el perfeccionamiento de su sistema Wii al inaugurar, de manera oficial, el canal de descargas WiiWare. Sumado ya a la amplia oferta online de la compañía japonesa, WiiWare es el complemento idóneo de la Tienda Virtual, refugio de los clásicos entre los clásicos, de juegos de todas las épocas y soportes.

    El nuevo canal es un paso más allá. En realidad, viene a rellenar una carencia, la de los títulos online propios: ahora, diversas desarrolladoras pequeñas podrán realizar proyectos modestos o ambiciosos que difícilmente hubiesen tenido una colocación en el mercado. Con WiiWare, Nintendo se ahorra la distribución y ofrece alternativas lúdicas a sus usuarios, a precio de Wiipoints.

    Los Wiipoints son la moneda oficial del universo Wii. El cambio dejaría el siguiente balance: 100 wiipoints equivaldría a un euro. Los productos descargables estarán disponibles desde 500 puntos, esto es, cinco euros. Los puntos se obtienen en cualquier tienda especializada o gran almacén, en packs de 2000 puntos (a razón de veinticinco euros) o mediante pago con tarjeta de crédito.

    La oferta inicial se compone de los siguientes títulos: en primera instancia, Toki Tori, un juego infantil; Star Soldier R, un matamarcianos; Dr. Mario & Bactericida, juego de puzles que rinde tributo al mítico título de GameBoy/ NES; TV/ Show King, emulador de concurso televisivo; Final Fantasy Christal Chronicles: My Life as a King, secuela del título homónimo de Game Cube, y Lost Winds, una estupenda rareza de la primeriza Frontier. Recientemente se ha añadido Actionloop Twist.

    En honor a la verdad, de estos siete juegos, sólo dos tienen un interés relativo o superlativo: la curiosidad de Square-Enix y Lost Winds. Posiblemente, el aficionado sienta una mayor atracción por My life as a King, o cuanto menos cierta curiosidad, pues es el único Final Fantasy que presenta un planteamiento y una estructura meridianamente alejados de lo que acostumbra a ofrecer la saga.

    My life as a King es un juego de estrategia, más cercano a los Sim City o Tycoons que a los Final Fantasy clásicos. El jugador ejerce de rey de una zona amurallada y baldía, que tiene que ir poblando gracias al Architek, una poderosa herramienta con la que construir edificios. El avance está marcado por las construcciones que pueden erigirse, las cuales, además, marcarán el estado de salud y el grado de empatía de los súbditos con su monarca. La oferta de edificios es, inicialmente, limitada, pero la incursión en mazmorras o el paso del tiempo, permitirá desbloquear novedades, con los que trufar la ciudad de posadas, templos para magos o tiendas de diversa índole.

    La propuesta de Square-Enix es tan arriesgada que resulta aburrida. Apenas hay margen de maniobra de un día para otro, ya que los días pasan muy rápido y, al ocultarse el sol, te obligan a irte a la cama. En teoría, puedes hacer multitud de acciones en el plazo de que dispones; la realidad es que sólo podrás hacer un buen puñado si tienes bien planificada tu ciudad. La frustrante limitación temporal se hace angustiosa cuando empieza a hacerse patente, de puro evidente, la sensación de atascamiento, de no avanzar en el desarrollo urbano mientras la trama sí lo hace. Es habitual que el juego se mueva a dos velocidades que perjudiquen seriamente al usuario.

    Tendría su gracia lo de estar impartiendo órdenes (el Rey que dirigimos es un gandul que sólo sabe mandar), de no ser porque es muy poco dinámico y, encima, terriblemente repetitivo. Lo peor que puede pasar en una partida al My Life as a King es que te encuentres realizando partidas clónicas, o que recorras grandes distancias o des grandes paseos sin otro fin concreto que el de matar el tiempo.

    Hay a disposición del soberano una amplia serie de sirvientes y de mercenarios dispuestos a dar su vida por él. Los primeros aconsejarán y formarán al huérfano mandatario; los segundos se ganarán un sueldo (a voluntad regia) por su duro trabajo en las mazmorras que asfixian los alrededores de la Ciudad. El buen éxito en éstas determina los recursos de la polis. A mayor cantidad de recursos, más cantidad de cosas pueden hacerse. Tampoco es extraño que, en ocasiones, el triunfo sobre los monstruos lleve aparejado un extra bajo forma de nuevo inmueble.
    Los mercenarios deben estar bien preparados, para lo cual es preciso que tengan a su alcance las mejores armas y armaduras. Las arcas reales pueden financiar investigaciones siderúrgicas en aras de una mejora defensiva. Pero la defensa no lo es todo: la moral juega también un papel destacado en este My Life as a King. El prestigio del Rey o de la Ciudad, su abundancia de parques, plazoletas o lugares de evasión hacen que el estado de ánimo de gobernados y mercenarios no decaiga. En el segundo caso es muy importante, pues una hipermotivación garantiza una espléndida incursión en las peligrosas guaridas de los monstruos. Vamos, que My Life as a King es más parecido a un simulador tipo “PC Fútbol” que a un juego de estrategia propiamente dicho.

    Aunque el juego cuesta 1.5000 puntos (quince euros), realmente la cifra se ampliará sucesivamente, pues para disfrutarlo en su totalidad, esto es, con las razas Yukos y Lilthys, por ejemplo, hay que desembolsar ciertas cantidades variables según el lote. La oferta inicial (y puede que final, pues hay que tener en cuenta que los añadidos se introducen de forma tardía una vez adquiridos, ya que lo que realmente se compran son nuevas mazmorras de bastante nivel que sólo pueden completarse casi hacia los estertores del juego) es bastante limitada y más que pobre, sosa.

    Lost Winds es bastante más modesto en su pretensión, mucho menos conocido, pero bastante más agradable. Visualmente es precioso, con una paleta de colores profusa y unas luces muy intensas que hacen que nos perdamos admirando el fluir del agua o los estallidos luminosos en los trajes de los personajes.

    El puntero adopta la forma de un jeroglífico que es símbolo de Enril, la Diosa del Viento, coprotagonista, junto al joven Toku, de esta delicia para los sentidos. Siempre con la innovación por bandera, en este juego se plantea la posibilidad de controlar el poder del viento. Pasando el puntero por la pantalla, veremos cómo la hierba, los vestidos o el fuego se doblan, ondean o crepitan; si lo movemos sobre Toku podremos hacer que gravite, planee o hasta se despierte. Todo con tal de salvar Mistralis de las garras del malvado demonio Balasar.

    Lost Winds es un plataformas típico, donde las áreas inaccesibles sólo se alcanzan gracias a las habilidades que vamos encontrado en nuestra aventura y los saltos imperan por doquier, volviéndose cruciales para nuestro avance y supervivencia. Además, la variedad de situaciones y de escenarios responde a los patrones clásicos del género: a decir verdad, poco hay que no se haya visto decenas de centenas de veces. Eso sí, cambian la interfaz y la manera de resolver los obstáculos, ahora de una manera mucho más intuitiva, que redunda en una espléndida interacción.

    Todo es muy suave en esta delicadeza: la preciosa música hace acto de aparición quedamente, sin ninguna intención de molestar, embriagando al jugador de una placidez raramente experimentada. Si a eso le sumamos la impresión de viveza de los escenarios, donde parece que olamos y escuchemos la Naturaleza, y la poca amenaza que constituyen los enemigos que incordian nuestro avance, como si su inclusión se deba más a un compromiso que a un deber, la percepción de estar asistiendo a un bello espectáculo se impondrá en nuestra mente. Lost Winds se ha programado para ser admirado.

    Interesante experimento este WiiWare. Todavía es pronto, sin embargo, para valorar su alcance y sus logros.

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