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[Análisis] Ironcast

Los videojuegos son una auténtica probeta. Este es un medio en el que se combinan múltiples mecánicas, rasgos estéticos y géneros hasta obtener resultados sorprendentes. Cuando Mario empezó a recorrer el Reino Champiñón, pocos auguraban que acabaría pilotando un kart junto a Bowser para, tras un descanso, batirse con su hermano Luigi en una pista de tenis. Algo similar ocurre con el roguelike, género contenedor por excelencia en los últimos tiempos. A las bases que asentó Rogue, como la generación aleatoria de escenarios y la muerte permanente, se han unido elementos de los shooter, RPG e incluso de los juegos musicales, como en Crypt of the NecroDancer.

El género de los puzles también está siendo cosecha de experimentos de lo más variopintos. Ya no basta con unir piezas del mismo color o encajar poliedros en resquicios raquíticos. Ahora se entremezclan con matices estratégicos para disputar combates por turnos uniendo objetos parejos en lo cromático. Puzzle & Dragons o Puzzle Quest son sendos exponentes de este particular subgénero. Como también lo es Ironcast, la obra que nos atañe.

Una guerra steampunk

Ironcast es un videojuego de puzles y estrategia, similar a los dos ejemplos anteriormente citados. Desarrollado por Dreadbit, llega a Nintendo Switch tras su debut en 2015. Original de PC, en estos dos años ha pasado también por PlayStation 4 y Xbox One. Ahora, en la híbrida, repite su propuesta con algún añadido que no trasciende lo anecdótico.

La ambientación, a base de texto e ilustraciones y sin una pizca de vídeo, es su punto fuerte. Ironcast sitúa su argumento en una versión steampunk del siglo XIX, en pleno apogeo del Imperio Británico. En concreto, la historia transcurre en un 1875 ucrónico en el que Francia y Reino Unido emprenden una lid tecnológica que culmina con el hallazgo francés de la volatita. Se trata de una fuente de energía limpia e inagotable que acelera el desarrollo tecnológico y posibilita la creación de auténticos hitos como un telégrafo inalámbrico.

Los británicos roban varias muestras de volatita a los franceses, lo que da pie a una carrera armamentística que termina con una declaración de guerra por parte de los franceses. Este conflicto se extiende durante años, hasta que una agrupación inglesa, el Consorcio de Merit, decide invertir parte de su abundante fortuna en la creación de un arma definitiva que finalice la batalla. Así es como nacen los Ironcast, una suerte de mechas enormes de hierro y latón que funcionan a vapor. Conocido el trasfondo del asunto, encarnamos a Aeres Powell, piloto de Ironcast, aunque posteriormente podremos alternar entre varios comandantes y robots.

Puzles, estrategia y mechas

Las batallas entre máquinas consisten en unir al menos tres piezas del mismo color para acumular munición, energía, refrigerante y material de reparación. En lo que respecta a la vertiente estratégica y ya con los recursos suficientes, el jugador deberá decidir cómo y dónde atacar al rival en un número limitado de turnos. En efecto, los ataques pueden ser genéricos o a partes específicas del enemigo para forzarle a fallar o reducir su potencial defensivo. La profundidad de Ironcast radica en la toma de decisiones por parte del jugador y la obtención y gestión de material mediante la resolución de puzles. No todos los turnos conviene recolectar munición ni tampoco se debe descuidar la energía que resta al mecha. Así, hay que manejar el tempo y determinar cuál es el mejor momento para enlazar nodos morados (munición), azules (refrigerante), naranjas (energía) y verdes (reparación).

Ironcast va más allá del match-3 clásico y obliga a reflexionar constantemente añadiendo algo más que salud y munición, así como mejoras pasivas que facilitan los duelos. Un mal control de las estadísticas derivará en pérdida de salud por sobrecalentamiento o en errar movimientos. Aunque su dificultad varía en función de las misiones y campañas seleccionadas, jamás pierde unos ricos matices estratégicos. No niego que la propuesta sea interesante y valiente, ya que lo fácil hubiera sido, para mí, apostar por la defensa de torres o incluso la acción en tercera persona. Los cimientos de Ironcast son sólidos. Pero se quedan en eso, pinceladas que se repiten en demasía y que manchan un bonito boceto. Los combates siempre consisten en lo mismo, sin nada que enriquezca una plato sabroso en sus primeras horas, pero empalagoso al poco de empezar.

La victoria en el videojuego de Dreadbit se recompensa con experiencia, nuevos mapas, piezas y lingotes de oro. Estos premios constituyen el rasgo más rolero del título y permiten desbloquear nuevos personajes y elementos para personalizar y mejorar los Ironcasts. No obstante, hay que soportar el tedio de unos combates harto repetitivos para que el rival perezca. Depende demasiado del azar y uno siente que está demasiado atado a unas gemas y escenarios idénticos. El único atisbo de variedad está en cambiar de mecha y personalizarlo, pero incluso así, Ironcast es monótono.

Carencias y reiteración

Todo lo que gana con una estética steampunk en la época victoriana bien lograda, lo pierde por reiterativo. Incluso su argumento tiene más de un “pero”. Desde luego, Ironcast no es el primer videojuego que sitúa la acción en una versión distópica de la Inglaterra victoriana. Lo manido de la ambientación le resta un toque de frescura. Ironcast tiene algo interesante que contar, pero no sabe (o no puede) hacerlo.

Embucha al jugador con un cóctel fordista: todo se hace en cadena, por inercia y repetición. Jamás dota de un ritmo ágil a un buen contenido, pero plomizo en la forma. Lo mismo ocurre con el sonido, que no pasa de ser un acompañamiento estéril. Traducido al castellano, Ironcast se queda corto en modos de juego. Añoro la posibilidad de enfrentarme a otros jugadores con un Joy-Con para cada uno, algo bastante más accesible que una modalidad online que tampoco le vendría mal.

Conclusiones

La versión de Nintendo Switch usa la vibración HD y permite el control táctil en modo portátil. También puede jugarse usando un único Joy-Con o el mando Pro. Aliño ineficaz como para convencer a quien no sea acérrimo del subgénero que mezcla los puzles y la estrategia. En general, Ironcast es un globo que vuela esplendoroso, pero que se desinfla rápido. Todo lo bueno que aporta es efímero y no da motivos para iniciar el programa más de dos veces.

5.5

[Análisis] Ironcast

Puntuación Nintenderos: Nada del otro mundo

  • Historia:
  • Jugabilidad:
  • Gráficos:
  • Sonido:
  • Duración:
  • Multijugador:
Destaca en:
  • La ambientación steampunk, el argumento y la profundidad de sus mecánicas.
Flojea en:
  • Monótono y repetitivo.
  • Desecha el interés del jugador con un sistema de combate basado en la reiteración.