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[Artículo] Las portátiles son para el verano

Desde que era pequeño, mi familia acostumbraba a pasar los meses de julio y agosto en una casa que tenía en la playa. A priori esto era una experiencia magnífica, pero nada más lejos de la realidad: imaginad  un niño en un pueblo donde apenas hay gente de su edad, alejado de los amigos con los que pasa todo el año. El resultado era el aburrimiento. Menos mal que las consolas y mi abuelo me amenizaban el verano 

Como ya os conté en un artículo anterior, mi abuelo fue la persona que me regaló mi primera consola: una Game Boy Color con el Pokemon Amarillo. Pero no solo influyó de esa manera en mi vida de jugador, sino que también fue el que me compró la mayoría de mis juegos y plataformas posteriores hasta que alcancé una edad en la que yo podía ahorrar y hacerme con ellas. Mi familiar me solía acompañar siempre uno de esos dos meses de verano. Se quedaba viviendo en la casa y pasábamos todo el tiempo juntos. Por las mañanas bajábamos a la playa, algo que a mí me aburría de sobremanera, tantas horas tirado sin hacer nada era superior a mis fuerzas, mientras que por la tarde, mientras el resto de la familia volvía a tomar el sol, yo me quedaba con él. El pobre tuvo que aguantar a un nieto muy pesado con «las máquinas», como el las llamaba. Nos sentábamos en el sofá y me miraba mientras jugábamos. Él, con la vista castigada, apenas era capaz de visualizar el Pidgeot que se mostraba en la pantalla, pero incluso así, me hacía caso y se reía conmigo.

En ese tiempo era una tradición: todos los meses íbamos al quiosco de enfrente a comprar la revista Nintendo Acción. Pasábamos largas horas mirando los futuros lanzamientos y le decía qué juegos me tenía que regalar. Él sonreía y decía que ya lo arreglaríamos. Nuestra parte favorita era la sección «Guía de compras», en la que elegíamos los mejores juegos que teníamos que probar. De Pokémon Amarillo a Pokémon Rubí todo fueron regalos de mi abuelo. Es una de las razones por la cual la saga tiene tanta importancia para mí.

Cuando crecí un par de años, mi familia mantenía la costumbre veraniega, y yo seguía aburriéndome. Lo único que cambiaba es que ya no iba con la Game Boy Corlor, sino con la Advanced y el Pokémon Rubí. Con mi abuelo seguía haciendo lo mismo, solo que ahora en lugar de solo enseñarle monstruos de bolsillo, también jugábamos a otras sagas de rol como Golden Sun o plataformas como Megaman. Él seguía sin ver, pero me seguía haciendo caso. Eso sí, era mi principal proveedor de pilas, puesto que la energía de estas volaban en esos meses de verano. Suerte que pronto aparecería la Game Boy Advanced SP y la batería solucionaría ese problema.

Ya con doce o trece años salió a la venta la Nintendo DS y la PSP. Ambas me las regaló mi abuelo —los últimos presentes que me hizo—. Aunque a mí me gustaba más la consola de la Gran N, tengo que decir que disfruté más con mi pariente de la consola de Sony por una sencilla razón: tenía una pantalla más grande y juegos deportivos, por lo que mi abuelo podía ver y animarme a FIFA o NBA.

Aunque ya no me las haya comprado mi abuelo, actualmente dispongo de una 3DS y una PSVita. La verdad es que desde siempre he preferido jugar en portátiles que en sobremesa —debido seguramente a que me he criado con ellas—. El hecho de poder llevarlas donde quiera siempre las he visto como un plus. Ya no voy tanto a la playa, ya viajo menos con mi familia, pero cuando lo hago no puede faltar en mi equipaje una de las dos consolas y juegos como Mario Kart, Bravely Default o Gravity Rush. Tres juegos que me he pasado en la costa. Tampoco compro la revista, únicamente lo hago cuando veo a mi abuelo o paso por el quiosco donde solíamos hacerlo. No me aporta información, todo se puede encontrar en internet, pero eso no impide que durante unas horas, mientras leo todo lo que publican, vuelva a ser ese niño que se sentaba en un sofá con su abuelo, feliz, sabiendo que nada más en el mundo importaba.

Hoy en día a penas se ven niños jugando con sus consolas por la calle. Todos tienen smartphones. Parece que el futuro del mercado portátil está próximo al abismo, pero es la evolución. Aun así, me da muchísima pena.

¿Tú llevabas consolas a la playa? ¿Cuáles? ¿Qué juegos preferías jugar en esos meses de verano?