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Las mayores dunas de arena de Japón, amenazadas por la maleza

Las kilométricas dunas de arena de Tottori, las más extensas de Japón, se ven acorraladas desde hace décadas por la vegetación salvaje, que amenaza su especial ecosistema y motiva iniciativas para su protección.

Kayoko Tanaka, de 44 años, es una de las voluntarias que participan, principalmente en julio y agosto, en las actividades de limpieza y conservación de estas dunas.

“Empecé a colaborar porque asistí a una conferencia sobre Tottori donde nos explicaron que en estas dunas, antiguamente, había casas y me dio mucha pena que este sitio esté en peligro y que pueda desaparecer”, explicó Tanaka a Efe.

Las dunas de Tottori, nutridas de arena volcánica, se extienden en una superficie de 16 kilómetros de longitud y dos de anchura, formando un paisaje junto al Mar de Japón muy apreciado por escritores y fotógrafos.

Situadas en la provincia de Tottori (oeste de Japón), existen desde hace unos 100.000 años por la sedimentación de roca y cenizas volcánicas procedentes, entre otros, del volcán Daisen (1.711 metros), que hace entre 20.000 y 50.000 años estuvo en erupción.

Así, las cenizas y los trozos de roca descendieron por el río Sendai hasta la orilla del mar, donde quedaron sedimentadas con el paso de los años y tomaron forma con el roce de las olas y el viento.

Preocupado por las malas hierbas que surgieron cerca de las dunas hacia 1970, el gobierno de la provincia de Tottori impulsó en 1990 iniciativas para mejorar la zona y conservar la imagen de unas dunas, originalmente compuestas sólo de arena.

También se instalaron barreras para proteger las dunas de los tsunamis, se descargaron camiones de arena para mantener el tamaño de las mismas y, desde 2002, grupos de voluntarios colaboran en tareas de limpieza, trabajo que aumenta día a día.

La función de estos grupos, que a veces integran hasta 400 personas, es retirar la maleza y cuidar parte de la vegetación, como la flor violeta que crece en la arena y que “es muy bonita y diferente a la de la ciudad”, indica Tanaka.

Numerosos postes de madera, instalados a lo largo de la playa, permiten medir los cambios experimentados en el nivel de arena, que entre 1947 y 2003 se redujo 39,65 metros.

No obstante, todavía se pueden divisar desde el Centro de Observación cuencas de hasta 40 metros de profundidad y colinas de casi 50 metros de altura, según el viento y las corrientes marinas.

Para los locales, las dunas de Tottori son un importante patrimonio pues atraen a 1,64 millones de turistas cada año, gracias en parte a la zona designada después de la II Guerra Mundial parque natural (San-In Kaigan) y a su oferta de ocio.

Paseos en camello o carros de caballos y deportes de aventura como parapente o esquí sobre arena son algunas de esas posibilidades en esta zona de Japón, donde además se puede degustar, como aperitivo, los apreciados cangrejos Matsuba.

La belleza de estas dunas fue fuente de inspiración para el fotógrafo japonés Shoji Ueda (1913-2000), que retrata a personajes y objetos en ese ecosistema.

También la obra del escritor japonés Kobo Abe, quien visitó este lugar, incluye referencias a Tottori en su novela “Mujer en las dunas”, publicada en 1962 y llevada dos años después al cine por Hiroshi Teshigahara.

La visita masiva de turistas a esta zona de Japón da pie a la celebración de un festival de esculturas de arena muy cerca de las dunas, en el que este año participaron diez países, entre ellos España.

Para la competición hicieron falta 2.700 toneladas de arena, que poco a poco fueron tomando la forma de un castillo medieval o de personajes como Gulliver, la Cenicienta y Don Quijote de la Mancha.

Los artistas trabajaron durante dos semanas y, tras la victoria en el concurso de la escultura de Holanda, las obras quedaron expuestas durante varios meses para las miles de personas que visitan el complejo cada año.